lunes, 17 de enero de 2011

EL CINE EN LAS AULAS!!

La utilización del cine como instrumento de formación en valores estimula la capacidad crítica del alumno, al tiempo que refuerza su bagaje cultural.

Según la sabiduría popular, “una imagen vale más que mil palabras”. La frase, acaso una de las más utilizadas del ‘refranero universal’, ha sido objeto de numerosos análisis, y permanentemente se encuentra tanto con defensores como con detractores que ensalzan el poder de sugestión de la palabra. No pretendemos en este caso entrar en debates que exceden del objetivo de estas líneas; sí reafirmar la certeza de que la imagen, en general, y el cine como vehículo de valores y emociones, es una herramienta indispensable para la formación de los jóvenes.

El pretexto de la celebración del día del cine por la FAD y UNICEF el 13 de febrero, nos permite adentrarnos en la capacidad del cine para inculcar actitudes y modelos de vida positivos. El formato audiovisual cuenta con un casi unánime grado de aceptación. Casi desde sus inicios, las imágenes de la gran pantalla han actuado como una de las formas de ocio favoritas entre los jóvenes. Las generaciones anteriores evocan las tardes de cine como un ámbito en el que se resguardaban de las penurias de una realidad que no siempre daba motivos de satisfacción.

La posterior conversión del cine en una de las industrias más poderosas del planeta ha propiciado el acceso a su oferta de la práctica totalidad de la población. Y los jóvenes, en su nuevo papel de consumidores activos, se han convertido en destinatarios directos de gran parte de las novedades que aparecen en cartelera.

Este nuevo escenario, al igual que ocurre con todos los procesos de masificación, trae consigo ventajas e inconvenientes. Éstos, por fortuna, son frecuentemente tratados y casi podría decirse que existe una red de prevención, compuesta por educadores, observatorios internacionales de la imagen y fundaciones de distinto signo, dedicada a alertar sobre películas que tienen la violencia y el sexismo como reclamos.

Esta prevención, no obstante, no se traduce automáticamente en una garantía de éxito frente a los contenidos discriminatorios. Es tal el poder de penetración de la industria, amparada en espectaculares campañas publicitarias, que la reinvención de la realidad que realizan algunos filmes pasa a ocupar, en el imaginario juvenil, el sitio de la ‘verdadera’ realidad. Abundan los ejemplos. Esta desigual confrontación debilita el ya frágil límite entre uno y otro escenario. Aunque cierto es que algunas inercias proteccionistas invaden otro límite, éste inapelable: el de la libertad de expresión.

La familiaridad de los jóvenes con el medio facilita la utilización del cine como herramienta educativa. En este caso, divertimento y formación se unen para fomentar su capacidad crítica y estimular la reflexión y el análisis. Al poder seductor que por su propia naturaleza desprende la imagen, debe sumársele una metodología de visionado que se articula a través de pautas impartidas por el docente, en las que se resalten los valores que serán analizados en un posterior debate.

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